sábado, 26 de julio de 2008

Y con Sastre van tres

Ver a Carlos Sastre ganar el Tour de Francia produce una inmensa satisfacción por varios motivos. Al hecho de que sea un ciclista español se suma el hecho de que se trate del tercer compatriota en hacerlo de manera consecutiva tras Pereiro y Contador. Pero además es que Sastre lo ha ganado como gusta a los aficionados, al estilo clásico, atacando en la montaña y defendiéndose con uñas y dientes en los cronos, salpicando la victoria de los tintes épicos inherentes a este deporte. De no haberla conseguido en estos truculentos tiempos en los que hasta la abuela de un ciclista que se acerque a ver a su nieto pedalear por las empinadas cumbres alpinas es sospechosa de llevar en el bolso un par de buenas dosis de EPO, su victoria habría sido aún más impactante. Probablemente, de haber ganado hace quince años, cuando el público aun era virgen en el sucio asunto del dopaje, las audiencias televisivas se hubiesen disparado hasta el infinito y Sastre hubiese sido encumbrado a la categoría de cuasi mito deportivo. Por eso, y porque hace quince años no ganábamos casi ni a las chapas. Pero los tiempos, para bien y para mal, han cambiado.
La victoria de Sastre deja entre los aficionados el regusto de satisfacción que produce ver ganar a aquel que ha llegado hasta la cima sin que le hayan regalado nada, partiéndose el pecho en los entrenamientos, puliendo día a día sus cualidades y corrigiendo hasta adecentarlos sus defectos, lejos de estratosféricos modelos como el de Indurain, un portento al que la naturaleza dotó de unas cualidades físicas fantásticas para la práctica del deporte y cuyos triunfos eran casi una obligación y no fruto de un intenso trabajo .
Aunque nada hay más gratificante en esta victoria que darle en los morros a los organizadores del Tour con otro vencedor español. Ellos que se las prometían tan felices después de haber excluido a Contador con peregrinas excusas se tienen que "tragar" ahora la inesperado victoria de Sastre, otro español. Que si no querías caldo Catalina, pues toma dos tazas.
En el debe de la prueba, Valverde. Al Murciano le viene grande el Tour. Como Abraham Olano, es un muy buen ciclista, pero no un ganador de la ronda francesa. De haber nacido en Holanda o Bélgica, probablemente ahora sería un formidable clasicómano. Pero como en España, salvo "rara avis" como Freire o Flecha, lo que se lleva son las grandes, da la impresión de que a Valverde se le ha encorsetado en un traje que no le viene a medida. Y como ha demostrado Freire, el ciclismo no se acaba en el Tour, el Giro o la Vuelta, aunque sean los que más gloria den.

No hay comentarios: