Lo mejor que ha podido hacer Fernando Torres en su carrera ha sido irse del Atlético de Madrid. El club rojiblanco tiene en los últimos años un efecto devastador sobre muchos y buenos jugadores, a los que deprime y empequeñece hasta hacer casi desaparecer. En ese ambiente, Torres fue erigido como una especie de Mesías sobre el que se descargó toda la responsabilidad del equipo. Demasiada carga, no por sus condiciones, sino porque hacer depender un proyecto de un sólo jugador es muy poco viable.
En cuanto al delantero madrileño se ha librado de ese peso y ha recalado en un equipo que es tal, como jugadores como Gerarrd, Xabi Alonso o Mascherano, ha comenzado a explotar sus condiciones de manera asombrosa, tarea en la que le han ayudado la verticalidad y velocidad del fútbol inglés, que se adaptan perfectamente a las características de Torres.
Algunos puede que se pregunten de qué hubiese sido capaz este año el delantero madrileño en el Atlético teniendo como escuderos a un Agüero con un rendimiento muy por encima del que se vio la temporada pasada y a Forlán, que sigue dando sobradas muestras de su solvencia rematadora. Pero lo cierto es que Torres no podía esperar más, tenía que alejarse del ambiente cuasi depresivo que impregna al Atlético y que le estaba aplastando.
Lo peligroso de la historia para los rojiblancos es que van camino de repetir el error, como si no hubiesen aprendido de la experiencia reciente. Muerto el Rey Torres, han coronado al Rey Agüero como nuevo salvador y fiarlo todo, o casi todo, a un modelo casi unipersonal acaba siendo sinónimo casi ineludible de fracaso.
Tal vez el espejo en el que mirarase no sea el de los "galácticos" o el de los "4 fantásticos", pero el de la estrella salvadora, salvo que uno sea Maradona, tampoco.
miércoles, 9 de abril de 2008
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