Ferguson ha montado en cólera. El entrenador escocés, copita de vino en mano -¿que dirían en España de Schuster o de Clemente si, después de uno de sus frecuentes arrebatos contra la prensa, se tomaran un chupito para celebrarlo? Mejor ni pensarlo-, ha acusado al Madrid y al Barça de "falta de ética" por su proceder en los fichajes.
Que a estas alturas de su vida a Ferguson le indigne de tal forma la estrategia que está siguiendo el Madrid para intentar llevarse a Cristiano Ronaldo sólo puede significar una cosa: que no las tiene todas consigo respecto a la continuidad del astro luso en el Manchester.
Sea justo o injusto, lo cierto es que en el circo del fútbol los jugadores tienen la sartén por el mango. Ellos deciden en que equipos quieren jugar y cuando hacerlo. Y Cristiano Ronaldo no es una excepción. Ningún club está a salvo de este axioma y todos, antes o después, han sido víctimas de esta especie de "ley de la jungla". Sin ir más lejos, Makelele se fue al Chelsea porque el Madrid no quería subirle la ficha. Al final, y después de que el francés hubiese alcanzado un acuerdo con el equipo de Abrahamovich, el club blanco tuvo que ceder t sentarse a negociar su traspaso. Así se hacen ahora las cosas en el fútbol, le pese a quien le pese.
El problema en este caso, repito, es que si Ferguson está nervioso es porque Ronaldo no se acaba de decidir a renovar con su equipo y el escocés ve con preocupación la predisposición blanca a llevárselo. Y, le guste o no, si el portugués dice que se va, se irá. Y punto. También ha tanteado el Milán a Sergio Ramos antes de preguntar por él al Madrid y como el sevillano dio calabazas a los de Berlusconi no pasó nada. Si hubiese mostrado interés en irse, probablemente ahora Calderón no hubiese tenido más remedio que sentarse a negociar con Galiani.
sábado, 24 de mayo de 2008
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